
En diciembre de 1945, Henri Matisse expuso para una pequeña galería de París. Poco a poco, fue llenando sus paredes de los artistas del exilio: Miró, Léger, Bonnard, Chagall, Giacometti, Braque…aquellos perseguidos por quienes consideraban su arte como un caos degenerado que debía exterminarse. Este refugio acabó por convertirse en la célebre Galería Maeght.
Algunos años después, acabados ya aquellos terribles tiempos, sus promotores, Marguerite y Aimé Maeght crearon la Fundación que este año celebra sesenta desde que el 28 de julio de 1964 el ministro francés de Cultura, André Malraux, la inaugurara como centro.
El deseo compartido del matrimonio fue crear un lugar donde mostrar su colección, así como un punto de encuentro entre sus amigos artistas, con el fin de que pudieran trabajar e intercambiar ideas. La inspiración de este proyecto surgió tras el fallecimiento de uno de sus hijos, Bernard, que consiguió arrastrar la inmensa tristeza de unos padres desalentados, hasta convertir el dolor en un templo del arte.
Fueron Georges Braque y Fernand Léger quienes, siguiendo el ejemplo de Guggenheim, Barnes o Philips, los animaron a materializarlo en la creación de una Fundación en Saint-Paul-de-Vence, un pequeño pueblo medieval de la Costa Azul, donde sería enterrado su también amigo Chagall junto a su esposa años después.
El arquitecto elegido fue el español Josep Lluis Sert, que causó la admiración de los Maeght cuando visitaron el edificio creado para Miró en Mallorca. Siguiendo su estilo tan personal, ideó un edificio de nueva planta basado en la luz y la topografía del lugar, inundando las salas con una iluminación cenital homogénea capaz de crear un ambiente en total simbiosis con los materiales locales de ladrillo y piedra… Leer + Revistart 222
Por Carmela González-Alorda