
Se podría pensar que a la hora de pintar un membrillo, no es tan importante precisar el centímetro donde cuelga cada fruto. Sin embargo, esto no se aplica al pintor español Antonio López (Tomelloso, 1936), de quien ahora se puede ver, en el Drents Museum en Assen, Holanda, una importante retrospectiva, titulada ‘Maestro del realismo español’.
En la película ‘El sol del membrillo’ (Victor Erice, 1992) el pintor marca no sólo cada membrillo, sino también todas las hojas del árbol con una pincelada blanca, agregando otra línea durante el proceso de pintura a medida que el fruto se mueve un poco hacia abajo. Antes de comenzar, también ya ha marcado su propia posición en el suelo, ha colgado una plomada en el árbol y ha aplicado una línea horizontal en la pared detrás del árbol, correspondiente a las líneas del lienzo. Surge la pregunta por qué ese precisar y medir es tan importante para este pintor, y si eso también desempeña un papel en sus otras obras.
Del membrillo, en la exposición, sólo se pueden ver un dibujo detallado de los frutos caídos. En la película, el artista los huele después de haberlos recogido del árbol tras un «proceso de pintura fallido». Hasta entonces hemos estado presenciando una especie de batalla con el árbol y las condiciones climáticas. A veces, un amigo tenía que levantar las ramas para que el pintor pudiera pintarlos en su ubicación original, los trabajadores colocaron una cubierta de plástico sobre el árbol para protegerlo contra la lluvia y en un momento parecía que solo estaba lloviendo a cántaros, lo que provocó que toda la pintura se quedó en agua de borrajas. Al final sólo quedó una versión dibujada de los frutos, mientras tanto medio podridos… Leer + Revistart 222
Por Anita Brus