
Óleo s/lienzo, 110 x 160 cm
Cuando se contempla cualquiera de los cuadros de Aldona Jabłońska-Klimczak por primera vez, nos vemos impulsados a detenernos, aparte de por su fascinante técnica de reminiscencia naíf, por la gran presencia del mundo animal dentro de sus composiciones cromáticamente vibrantes. El protagonismo dado a estas bellas e inocentes criaturas en sus obras no es nunca baladí, ya que responde a un ejercicio complejo de creación de conexiones entre hombre y naturaleza, un entramado en el que regocijarse al observar las similitudes y puntos de encuentro existentes entre ambos en un plano metafísico.
Su paleta de colores vivos y sin alterar ni mezclar se relaciona con su comprensión del arcoíris como la manifestación de la luz dividida por el prisma de la vida y el amor. “Cuando intentamos mezclarlos demasiado, se ponen marrones, grises y se desvanecen a negro… Intento hacer de mis pinturas un registro del mundo en el que existen el bien y el mal, el mundo en el cual Dios nació y resucitó, pero el Diablo también existe… Las relaciones mutuas entre personas y animales pueden generar amor, felicidad, armonía y plenitud… Lee+ Revistart 220
Por Pablo Santirso