Prólogo: Juan Manuel Bonet
August Puig es para mí una fantástica figura tutelar de mi infancia y adolescencia. De los primeros amigos de mi padre en el París de finales de los años cuarenta y comienzos de los cincuenta, tengo recuerdos bastante tempranos de él, del poeta Josep Palau i Fabre, y del pintor argentino Sergio de Castro. Ya en los sesenta, traté algo al siempre energetic, fulgurante, apasionado y divertido pintor barcelonés, al que recuerdo el día en que llegó a nuestra casa madrileña, en compañía de un Joan Ponç recién regresado de Brasil. Desde Perpignan, fuimos a verlos una vez, a Ingrid y a él, a Cadaqués, donde estuvimos a punto de conocer a Marcel Duchamp. Unos años después, en Barcelona, en el Putxet, me regaló un ejemplar del humilde catálogo de la colectiva de “Els Blaus” de Sarrià, donde encontré aquello del impar Foix, que me sé de memoria, sobre aquellos muchachos que se expresaban “amb una llibertat que fà més ostensible el servatge comú”…
…La última vez que vi a August Puig fue en la Valencia del otoño de 1996, en la inauguración de la exposición del IVAM Mundo de Juan-Eduardo Cirlot, comisariada por Emmanuel Guigon y Enric Granell, y en la que como no podía ser de otro modo, figuraba un cuadro suyo, Otra naturaleza (1956). Vuelve ahora a mí su memoria querida y fantástica, gracias a Miquel-Àngel Codes, y a su apasionante ensayo.