
Por Bea Maeztu
Un estremecimiento recorre la pintura de Lola Llinares, un estruendo que se retuerce en las entrañas de la tierra, que comienza tímidamente para abrirse paso, erosionando y fragmentando el mosaico de texturas que se compone en sus cuadros.
Estas desencadenan temblores, electrizan el movimiento de unas manchas desenvueltas con libertad, trazadas y provocadas al mismo tiempo en un sutil equilibrio entre la introspección, la espontaneidad y el dedicado trabajo sobre el lienzo. Contemplar una de sus obras es sumergirse en un sueño evocador, lleno de energía, sujeto a un vivo expresionismo que se cuece a fuego lento desde su imaginación, pero que se condimenta desde lo espiritual.
Su camino en el itinerario del arte lleva décadas sobre los escenarios, y su labor creativa se combina con una vocación docente que lleva aún más lejos su propio legado. Llinares nace en la localidad alicantina de Calpe, y desde joven ha sentido la llamada de la pintura. Envuelta de la profesión, exponiendo, publicando y recibiendo elogios del sector cultural, decide en 2007 fundar la Escuela Taller de Dibujo y Pintura Lola Llinares, un espacio donde visualizar su obra y una oportunidad para aprender con ella. Actitud personal y dones artísticos que han recibido reconocimientos varios, entre los que destaca la Medalla de la Villa de Calp al Mérito Cultural, concedida en 2012 con motivo de la entrega de los ‘Premis Jaume Pastor i Fluxà’.
La pintora se ha abierto paso tanto en territorio nacional como fuera de nuestras fronteras, y numerosos países reciben asiduamente su obra en muestras y ferias que la posicionan en el panorama internacional como una de las pintoras más interesantes del momento. Su trayectoria así lo avala, pero esta no es sino deudora de un… Leer + Revistart 212