y la lógica del bricoleur
Más de uno habrá intuido bajo la nieve de estos días el perfil de las aceras, la superficie del alcantarillado y hasta las marcas longitudinales y desvanecidas de cualquier paso de cebra. Con el inicio del deshielo, vuelven a asomar los bancos urbanos y los contendores sepultados por el temporal. Incluso las ramas tronchadas y las congeladas canaletas continúan medio cubiertas, comprimidas en un encofrado a la espera de que sellen sus bordes.
A la excepcionalidad de este invierno le acompaña la escultura de June Crespo, expuesta en el Centro-Museo Artium y orquestada en torno a las relaciones entre el cuerpo y la arquitectura. A pesar de la sugerente narrativa de sus objetos e instalaciones, la obra de Crespo es profundamente heteróclita en su estructura y en su construcción. La importancia de cada pieza y su emplazamiento respecto al resto de elementos le permiten abordar el espacio de la sala con coherencia y resultados de bella plasticidad, conjugando el agrupamiento con recurridos escorzos que enrarecen y dificultan el reconocimiento del objeto preexistente. El extrañamiento producido dificulta la lectura más convencional y dirige nuestra atención hacia las posibilidades expresivas de la propia instalación, compuesta por piezas positivadas que con frecuencia pasan a cumplir nuevas funciones y que participan de diferentes proyectos. Sirva como ejemplo la ejecución de moldes del cuerpo obtenidos a partir de maniquíes, como en ‘Cheek to Cheek’ (2015), donde algunos de los fragmentos han podido hacer las veces de piernas y canales como residuos de acontecimientos anteriores.
Desde sus años de formación en la Universidad del País Vasco, June Crespo (Pamplona, 1982) ha asimilado las pautas del ‘bricoleur’ que detallara Lévi-Strauss en ‘El pensamiento salvaje’ (1962). Para el antropólogo francés, el ‘bricoleur’ es aquel que “obra sin plan previo y con medios y procedimientos apartados de los usos tecnológicos normales. No opera con materias primas sino ya elaboradas, con fragmentos de obras, con sobras y trozos”. La artista navarra consigue así borrar cualquier jerarquía al decantarse por materiales eclécticos como prendas de ropa, cemento, discos de vinilo, resinas, fibra de vidrio o revistas intervenidas…
Por Gonzalo Rodríguez Gómez