La luz de Josep Pomés
Una mano experta guía el matiz tonal de la pincelada por una superficie de la cual brotan, como hierba verde tras la lluvia, un sinfín de construcciones paisajísticas y riquezas compositivas. Esta mano nació en Tarragona, en 1940, cuando la estela impresionista hacía ya décadas que reposaba plácidamente, entre laureles de victoria y merecida memoria, cediendo el paso a vanguardias más crudas, más existencialistas. Josep Pomés desempolva las enseñanzas de la mancha y de la luz, recuperando el plenairismo cuando todo era introspección. Su amor por la naturaleza, su observación atenta y su nervio en el trazo confluyen de manera límpida en unos cuadros impresionistas pero fértiles en corporeidad. Su formación parisina transpira por cada poro de las telas, y se adhiere en los elementos que el artista subraya desde la inquietud de la observación del natural. Sus escenas cruzan desde París hasta Barcelona, capturando las brumas plateadas del Sena, la atmósfera invernal que penetra en las avenidas arboladas de Madrid o los matices intensos y mediterráneos que invaden las calles, playas y el puerto de Barcelona…
– Por Julia Gomar
Su amor por la naturaleza,
su observación atenta
y su nervio en el trazo
confluyen de manera
límpida en unos cuadros
impresionistas pero
fértiles en corporeidad