La senda orgánica de la abstracción
El artista vasco García Ergüin continúa su exploración plástica tras una intensa y dilatada trayectoria que aún tiene mucho que ofrecer. Sus últimas experimentaciones le han llevado por tierras volcánicas y papel de arroz, etapa de gran enriquecimiento personal y síntesis abstracta de un largo y fértil camino emprendido desde la figuración y la cultura vasca.
Bilbao le vio nacer en 1934. Abandonó una inicial formación eclesiástica tras acercarse a la pintura experimental, lo que le impulsó a sus estudios en la bilbaína Escuela Sindical. Tras establecerse en su primer estudio y comenzar a crear, obtiene el Primer Premio Nacional de Pintura de Educación y Descanso de Madrid en 1958. Un galardón gracias al cual da el salto a Toledo, donde realiza numerosos estudios. Dos años después celebra su primera exposición individual en la Sala Arthogar de Bilbao y viaja por el sur asimilando sus paisajes.
El nombre de Ignacio García Ergüin comienza a resonar por la geografía española, momento en el cual, gracias a una beca de Iberduero, se instala en Múnich e inicia sus viajes por el globo, visitando centros culturales esenciales como París y Nueva Orleans. Es una época feliz en la que absorbe cuanto ve y desarrolla un aprendizaje voraz contemplando las obras maestras del arte y las vanguardias europeas que pueblan los grandes museos occidentales. Regresa exitoso a Madrid en 1961 para la que será una de sus primeras exposiciones individuales en la Sala Goya del Círculo de Bellas Artes. En la capital instala su nuevo estudio, en plena Gran Vía, y se suceden varias exposiciones en Bilbao, la Universidad de Deusto o la II Bienal de Pintura y Escultura de Zaragoza. Combina su aventura por países europeos con premios y distinciones que hacen que el Museo de Bellas Artes de Bilbao adquiera su cuadro ‘Toros’ en 1964 y, en los años posteriores, participa en encuentros internacionales como representante español aterrizando en Canadá, México y Estados Unidos…
– Por Bea Maeztu