
Por Bea Maeztu
En los trazos que se escurren entre luces y oscuridades se vislumbra el viaje pictórico que Fernando Alvira nos comparte en su serie ‘Desastres’, título también de la exposición que le lleva a protagonizar las salas del zaragozano Palacio de Montemuzo. El edificio histórico, sede del archivo municipal, engalana este invierno el espacio con un homenaje goyesco que también lo es a la dilatada trayectoria del artista, representante inconfundible del paisaje contemporáneo aragonés. Para esta ocasión, Alvira muestra una maravillosa y personal conjunción entre la interpretación que realiza sobre la desgarrada serie de los ‘Desastres de la guerra’ de Goya y la tierra oscense, un diálogo entre carboncillos, acuarelas y óleos que bebe de la Historia al mismo tiempo que se aventura en la introspección más expresiva.
El efecto vanguardista que tiñe su obra rescata y actualiza con serio sentir personajes que nos son conocidos, que desprenden ese romanticismo oscuro, duro y lleno de soledad que más de dos centurias después los pinceles de Alvira concentran en una profunda síntesis. Las figuras se debaten en las escenas, entre lo etéreo del rápido trazo y la densidad dramática que les confiere la proposición de tan hondos registros humanos, bañados del color expresionista que invade cuerpos y fondos como una inexorable fuerza de la naturaleza. La evocación más pura se transforma en verdaderos retratos de gestualidad y emoción. Sus cuadros parecen presentar instantes congelados de una grácil coreografía de tornasoles inquietantes, sumida en una negrura arrebatadoramente atractiva que se alimenta de la pincelada amplia, generosa, espontánea, y de las tonalidades grises y tenebrosas que construyen el impacto preciso para la mirada ajena… Leer + REVISTART 214