es un milagro de fuerza y ternura
MERCEDES
Hay un tipo de aficionados, tanto naifs timoratos como terriblemente exigentes, que se niegan a conocer personalmente a los artistas que les apasionan. Tienen miedo de sentir una desilusión que ahogue su sueño platónico y así pierden la oportunidad de acariciar la lámpara maravillosa. Tremendo error, pues las grandes personalidades son maravillosamente contagiosas.
Cierto es que el alma y fuerte personalidad de Mercedes Gómez-Pablos se plasma en su pintura y que podemos creer conocerla a través de sus gozosos desnudos y flores del bien y del mal, las ondulantes meninas y sus quietas fachadas, en sus abstractos infinitos que burlan al tiempo o esas barcas suspendidas en el abismo del espacio que se recrean navegando por un samsara sensorial, creando el milagro que uno de sus admiradores Nobel, Camilo José Cela, decía que o bien se entiende por sí solo o no llega a entenderse jamás.
Digo uno (¡y vaya uno!) porque Mercedes también ha frecuentado y recibido homenaje de Octavio Paz en México y Pablo Neruda en Isla Negra. Ella es un poeta que pinta y en sus lienzos se encuentra su memoria. ¿Es por eso que no las escribes, querida Mercedes?
¡Has hechizado a poetas y escritores, a magos y hadas, a bohemios y vagabundos! Te han cantado José Ángel Valente, Pepe Hierro, Edgar Neville, Agustín de Foxá, Novais, Bergamín, Rafael Lorente, André du Bouchet, Michel Mitrani, Amaro Tanit, Jorge Edwars, Torcuato Luca de Tena, Louis Bourne, Malraux, Florence Delay, Cristina Maristany, Enrique Llovet, Paco Carrillo, Paco Umbral, Luis María Anson, Mingote, Vilallonga, Racionero, Mújica Lainez, Villangómez…
Por Jorge Montojo