
Es comentario habitual que, de las exposiciones grandes o pequeñas, al final lo que queda es el catálogo. Y en el caso de la magnífica muestra albergada este caluroso verano por el zaragozano Museo Goya sobre el maestro español de la luz, queda sin duda un hermoso catálogo que Amado Franco, presidente de la Fundación Ibercaja, que mantiene el Museo, no duda en definir como un auténtico tesoro. Queda como testimonio de una colección selecta de obras del valenciano, muchas de ellas desconocidas incluso para el público más interesado, que se han podido disfrutar en las salas de exposición temporal del Goya guiados por la intensa mirada de Manuel Vicent.

El director del Museo Sorolla, Enrique Varela, recuerda en su texto las muchas actividades que ha traído la celebración del centenario del pintor, entre las que ‘El mar de Sorolla con Manuel Vicent’ constituye un punto de inflexión en la aproximación tanto a la pintura como a la persona del artista, mediante un enfoque expositivo inédito aportado por el primer comisario literario de su obra.
Vicent, que ha sido calificado como el Sorolla de las letras, utiliza las piezas de su paisano como escenario para la creación literaria, con la que describir la vida que acontece en cada una de las telas del artista, con sus luces y sus sombras, aunque ha de reconocerse que es la luz la que protagoniza la mayor parte de su trabajo. Una luz del mar de su infancia, que reitera a lo largo de su dilatada carrera, incluso alejado de su País Valenciano natal. Luz de infancia que arranca de igual modo el luminoso texto del escritor que se reconoce heredero de idénticas sensaciones infantiles.