
Por Juan Mari Montes
Otra vez escoltando a la ganadora de Eurovisión, Loreen Zineb, representando en este caso a Suecia, enfocado una y otra vez por las cámaras de televisión durante las votaciones, los más fisonomistas habrán descubierto a ese personaje tremendamente ubicuo que enarbolando banderas de distintos países, suele verse año tras año entre bastidores en el Festival de Eurovisión, apoyando a uno o varios candidatos.
Un tipo veterano en estas lides que sonríe con su melena rubia al viento y abraza a la artista finalmente ganadora, tan desconocido entre el gran público como familiar entre los entusiastas eurofans que lo celebran como al rey del mambo de un certamen al que se viene dedicando en cuerpo y alma durante toda su carrera.
Nos referimos al autor sueco Thomas G: son, compositor, entregado en exclusiva a la causa de la fabricación de melodías eurovisivas durante todo el año que luego va repartiendo como quien reparte cartones en un bingo por todas las delegaciones europeas encargadas de seleccionar las candidatas al certamen, con la misma astucia y efectividad con que se enfrenta al pentagrama
Se trata, eso sí, reconozcámoslo, de un compositor especialmente dotado para componer esa especie de himnos épicos in crescendo, apoyados en teclados ochenteros, rematados con cierta artillería electrónica un poco más moderna y que suele distribuir preferentemente entre ese tipo de intérpretes femeninas con voces que frecuentan la zona alta de los pentagramas y que por aquí conocemos como Divas. Números muy del gusto… Leer + Revistart 216