
Por Núria López Ribalta
Enlazando con la primera parte de este artículo publicado en el número anterior de Revistart seguimos con una pincelada histórica sobre el origen de este arte del esmalte pintado, que se independizó de la orfebrería cuando el humanismo dominaba la cultura occidental y las artes se expandían y llegaban a altas cotas de perfección, a la vez que se tendía a separalas, para nosotros equivocadamente, entre mayores y menores.
Orígenes
El esmalte pintado nació en el Renacimiento, cuando se dio un paso muy importante independizando el esmalte de la orfebrería, a la que había estado atado hasta entonces. Técnicas como el alveolado, campeado y baja talla, donde el metal juega un papel muy importante, le preceden. La última antecesora, la baja talla, es la que permitió la transición hacia el esmalte pintado. Fue consecuencia de una búsqueda de perfeccionamiento en las representaciones figurativas y del claroscuro, imitando las obras de los grandes pintores, que no llegó hasta desprenderse completamente de la intervención metálica.
Evolución
Así nacieron las primeras escenas religiosas, todavía interpretadas a partir de grabados, realizadas exclusivamente, como hemos dicho, con esta sabia combinación de esmaltes sobre cobre. Los rostros y partes del cuerpo se creaban con un esmalte blanco microfinado, que pronto fueron perfeccionando hasta llegar a otra novedad: la grisalla (en otro artículo hablaremos específicamente).
En los mejores autores, como las dinastías de los Penicaud, Reymond o Court, los acabados decorativos, halos de santos y toques de luz se hacían con aplicación de oro en polvo creando unos conjuntos de gran belleza plástica. Pronto empezaron a firmar las obras y a crear diseños originales, como los de Leonard Limosin, de quien se conocen retratos espectaculares y composiciones de grandes dimensiones formadas por ensamblajes de varias piezas (véase el Museo del Louvre, el de Bellas Artes de Lyon y el Museo de Ecouen).
Los primeros esmaltes pintados aparecieron en la zona de ombardía, norte de Italia, y de allí se difundieron hacia centro-Europa, encontrando en la ciudad de Limoges, que ya había sobresalido en esmalte en el pasado románico, el lugar donde se desarrolló… Leer + Revistart 209