(parte II)
El arte surge de la experiencia personal del espectador al enfrentarse a la obra. La catarsis que se genera en ese encuentro, removiendo el mundo emocional, y la magia o el chispazo que arroba al espectador… eso es arte.
De manera que el pretendido fin del arte promulgado por los dadaístas, es absolutamente infundado. El arte, junto a los sueños, son los principales vehículos que utiliza el subconsciente para comunicarse con el consciente, y esta comunicación resulta imprescindible para una buena salud. Se demuestra, por consiguiente, que es consustancial al ser humano y que es una función sin la cual no puede haber armonía. Somos energía y vibración y solo cuando vibramos en armonía gozamos de buena salud: el arte y la salud son, por tanto, dos cuestiones inseparables.
Los tiempos cambian, pero el ser humano sigue teniendo las mismas necesidades, los mismos sueños y los mismos miedos: el arte es, precisamente, el mejor vehículo para canalizarlos, y si por mor de las modas, éste pierde su función, resulta imperativo retomarla inmediatamente a fin de que vuelva a ser la guía del espíritu humano.
Dice un pensamiento sufí que, si buscas a Dios, no mires hacia fuera, pues Dios es en la medida que tú eres. Lo mismo se pude decir del arte: no lo busques fuera, es decir, en el intelecto, en la técnica o en la razón, porque el arte es emoción y por consiguiente “el arte es en la medida que tú eres”. Si buscas el arte en la cabeza, no lo encontrarás, si lo haces en el corazón, seguro que sí. La excesiva intelectualización del arte ha llevado a la situación de convertirlo en un producto exclusivo de una minoría elitista y alejándolo dramáticamente de la ciudadanía. Deberemos esforzarnos en cambiar los motivos que han provocado dicho alejamiento y mostrar un arte más amplio y heterodoxo, donde… + leer revistart 205
Por Xabier Obeso