
Por Fernando Alvira
De nuevo un espacio doble, el antiguo matadero municipal y la librería La Anónima de Huesca, para acoger la obra de uno de los aragoneses de adopción que ha sido definido como una de las personalidades culturales más interesantes del siglo XX. Puede sonar pretencioso, pero la definición responde de manera estricta al bagaje vital y las aportaciones artísticas de un ciudadano nacido en Alcázar de San Juan en 1927 y fallecido en Zaragoza en 2005.
El primer manifiesto del Postismo –donde hay que buscar el origen del total del trabajo artístico de Fernández Molina– proclama que esa nueva tendencia vanguardista que se pone en marcha en la España de los años cuarenta debe ser entendida como “el resultado de un movimiento profundo y semiconfuso de resortes del subconsciente tocados por nosotros en sincronía directa o indirecta (memoria), con elementos sensoriales del mundo exterior, por cuya función o ejercicio, exaltada automáticamente, pero siempre con alegría, queda captada para proporcionar la sensación de belleza o la belleza misma, contenida en normas técnicas rígidamente controladas y de índole tal que ninguna clase de prejuicios o miramientos cívicos, históricos o académicos puedan cohibir el impulso imaginativo”.
La biografía de Antonio Fernández Molina comienza a adquirir efectivamente esa dimensión de interés cultural cuando decide dejar el magisterio para dedicarse exclusivamente a la literatura y el arte. Desde la secretaría de redacción de la revista ‘Papeles de Son Armadans’ que dirigiera en Mallorca Camilo José Cela, de quien fue secretario personal durante ocho años, y los primeros textos y bocetos salidos de su mano a las últimas piezas de literatura o de pintura, los trabajos artísticos de Fernández Molina estuvieron imbuidos del movimiento profundo y semiconfuso de los resortes del subconsciente. Su prosa (Un caracol en la cocina, El león recién salido de la peluquería…) y su obra poética editada en tres tomos de ‘Poesías completas’, además de sus ensayos sobre la generación del 98, sobre Salvador Dalí o sobre la obra literaria de Pablo Picasso, además de sus incursiones en el teatro, no le impidieron llevar a cabo una extensa labor como artista plástico e incluso como crítico de arte. Una discreta muestra de la faceta artística de este auténtico y poliédrico promotor cultural, como se define actualmente con excesiva ligereza en algunos casos, se ha podido disfrutar en los dos espacios mencionados de la capital altoaragonesa… Leer + REVISTART 214